
¿Quién no recuerda la icónica escena en la que Kevin McCallister despierta solo en su casa y descubre, con una mezcla de euforia y susto, que su familia se ha ido de viaje sin él? Mi Pobre Angelito (Home Alone) convirtió en comedia lo que para muchos padres sería una pesadilla: dejar accidentalmente a un niño solo en casa. Entre trampas caseras, ladrones torpes y una independencia improvisada, esta película retrata una situación que, en la vida real, despierta una pregunta mucho más seria: ¿a qué edad puede quedarse solo un niño en casa?
Más allá del cine, dejar a un niño solo por primera vez es un paso importante, tanto para los hijos como para los padres. En definitiva, marca un antes y un después: el inicio de una pequeña gran independencia para el menor y una mezcla de orgullo y ansiedad para los adultos. Pero ¿cómo saber si ha llegado ese momento?
En un mundo donde los horarios laborales, las agendas recargadas y la necesidad de fomentar la autonomía infantil se cruzan a diario, este dilema se vuelve cada vez más común. Sin embargo, la decisión no debería basarse únicamente en la urgencia del día a día ni en lo que hacen otras familias, sino en una evaluación consciente y personalizada de la madurez emocional, las habilidades prácticas, las circunstancias de cada niño y, por supuesto, la seguridad.
¿Existe una edad mínima recomendada?
En realidad, no hay una edad exacta para que un niño pueda quedarse solo en casa, ya que esta decisión depende más de su nivel de madurez y sus experiencias previas. Sin embargo, como señaló Juan José Soza Herrera, psicólogo y docente de Continental Florida University a Hogar y Familia, se podría considerar que entre los 10 y 12 años algunos niños podrías permanecer solos por breves períodos. Por ello, la edad debe verse como una referencia orientativa y no como un criterio absoluto.
“El niño debe haber desarrollado habilidades emocionales básicas, como saber autorregularse ante imprevistos, manejar el aburrimiento y la soledad sin angustia. Igualmente, debe estar preparado cognitivamente, por lo que es clave que comprenda instrucciones, pueda tomar decisiones simples, sepa identificar situaciones de riesgo y detecte cuándo necesita pedir ayuda. Sin duda, estas capacidades no nacen solas, sino se desarrollan mediante la experiencia, la confianza progresiva y el acompañamiento afectivo de los adultos”.
Asimismo, Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional, precisó que la autonomía y la responsabilidad son fundamental al decidir, pues un niño que gestiona su tiempo para hacer tareas escolares, cumple normas sin supervisión constante y tiene hábitos de autocuidado —como preparar un refrigerio o mantener el orden en su espacio— demuestra señales claras de madurez. Dicho esto, es importante tener en cuenta que, dejarlo solo debe ser el resultado de un proceso progresivo, no el punto de partida.
En esta misma línea, el psicólogo Alberto Alegre Bravo recalcó que, más allá de la edad, es importante considerar factores como el entorno del hogar, la seguridad del barrio y la disponibilidad de adultos cercanos en caso de emergencia.

¿La decisión debe ser solo de los padres o en conjunto con el niño?
La unanimidad en las decisiones parentales aporta seguridad y coherencia al niño, ayudándolo a enfrentar mejor la situación, pues de lo contrario, esto podría generarle ansiedad o transmitirle un mensaje contradictorio.
Según Soza, aunque la decisión final recae en los adultos, incluir al niño en la conversación también es fundamental. Escuchar su opinión, conocer cómo se siente al respecto y permitirle expresar sus emociones fortalece su confianza y lo hace sentir parte del proceso.
“Esto no implica que el niño tenga la última palabra, pero sí que se le reconozca como un individuo con voz, capaz de participar en decisiones que lo afectan directamente. Además, es crucial validar sus sentimientos, ya que esto facilita que el niño afronte la experiencia con mayor confianza”.
Por consiguiente, para saber si un niño está listo para dicha experiencia, los psicólogos recomendaron que los padres se planteen las siguientes preguntas:
- ¿Puede seguir reglas o instrucciones básicas sin supervisión constante?
- ¿Sabe qué hacer en caso de una emergencia, como una caída, un corte de luz o si alguien toca la puerta?
- ¿Conoce los números de emergencia y sabe cuándo debe pedir ayuda?
- ¿Se siente cómodo y tranquilo cuando está solo, ya sea en otra habitación o en casa por un breve período?
- ¿Ha demostrado que puede cuidar de sí mismo (alimentarse, asearse o entretenerse sin ayuda)?
- ¿Cómo reacciona ante problemas o situaciones inesperadas cuando está sin un adulto?
- ¿Tiene claros los límites de lo que puede y no puede hacer cuando está solo?
- ¿A quién acudiría si algo lo inquieta o si se siente inseguro estando solo?
- ¿Muestra madurez emocional al estar separado de sus padres por un tiempo?
¿Qué tipo de temores o ansiedades podrían surgir en el niño?
Los temores en los niños suelen estar relacionados con situaciones que perciben como amenazantes o desconocidas. De acuerdo con la psicoterapeuta, es común que los niños experimenten miedo a que ocurra algo malo— como un temblor— a la oscuridad, quedarse encerrados, que sus padres no regresen a tiempo o sentirse abrumados por el silencio y los sonidos del entorno.
Estos miedos, aunque puedan parecer simples desde una mirada adulta, deben ser validados y abordados con empatía. Ambos expertos coincidieron en que minimizar lo que el niño siente —con frases como “no pasa nada” o “eso es una tontería”— puede aumentar su inseguridad. En cambio, se debe escuchar activamente, permitir que exprese lo que siente y ofrecer herramientas sencillas para afrontar sus temores. Estrategias como simulacros, acuerdos de contacto o dejar visibles teléfonos de emergencia pueden ayudar a que el niño se sienta más seguro.
“En este proceso, la confianza cumple un rol crucial. Cuando un niño percibe que sus padres confían en él, se refuerza su seguridad emocional. Sin embargo, esta debe ser mutua, pues el niño necesita sentir que puede acudir a sus padres sin temor a ser juzgados. Esta base de confianza no se construye de forma repentina, sino que es el fruto de una crianza que promueve la escucha, el respeto y la comunicación abierta desde etapas tempranas. En un entorno así, los temores naturales del niño pueden ser afrontados con mayor fortaleza emocional”, aseguró Liliana Tuñoque.

¿Es recomendable dejar solos a hermanos si uno es mayor?
Esta es una situación que depende de varios factores, por lo que debe evaluarse con mucho cuidado. Como explicó el doctor Alegre Bravo, es fundamental considerar la madurez del hermano mayor y la relación entre ambos. Si el mayor es responsable y capaz de manejar imprevistos, puede ser una opción viable, siempre que ambos niños se sientan cómodos con la situación.
No obstante, también hay ciertos riesgos. Según el especialista de Continental Florida University, se suele asumir que el hermano mayor puede encargarse del menor, pero eso puede imponerle una carga emocional o una responsabilidad para la que no está preparado. Además, si existen conflictos frecuentes entre ellos, la experiencia podría generar más tensión que autonomía. Por ello, lo ideal es que ambos niños sean relativamente autónomos y que hayan practicado esta dinámica bajo reglas claras y en períodos breves, antes de dejarles solos sin supervisión.
¿Cómo manejar la presión social o comparaciones con otras familias?
La presión social puede hacer que algunos padres sientan que están “atrasados” o que su hijo debería poder hacer lo que otros ya hacen. Pero cada familia, cada niño y cada dinámica es distinta. Comparar puede llevar a decisiones impulsivas, que no respetan el ritmo propio de maduración del hijo.
“La mejor estrategia es sostener una mirada crítica: preguntarse si esa decisión responde a las necesidades reales del niño o a la expectativa externa. También es útil hablar con otros padres, no para competir, sino para intercambiar experiencias y reconocer que el desarrollo no es lineal ni igual para todos. Respetar los tiempos de cada niño es una forma de amor y cuidado, no de restricción”, resaltó Juan José Soza.
¿Cómo prepararlo antes de dejarlo solo en casa?
Para preparar adecuadamente a un niño antes de dejarlo solo en casa, es fundamental abordar tanto el aspecto práctico como el emocional de manera progresiva y reflexiva. Como refirió el psicólogo, este no es un evento puntual, sino un proceso gradual que debe construirse paso a paso. Una forma eficaz de iniciar es dejando al niño solo durante breves períodos —como cuando los padres salen a hacer una compra rápida—y luego aumentar el tiempo gradualmente según su nivel de madurez y confianza.
En esta etapa, es clave establecer reglas claras y adaptadas a la edad del niño. Algunas de las más recomendadas incluyen no abrir la puerta a desconocidos, no usar la cocina ni aparatos eléctricos peligrosos, no salir de casa bajo ninguna circunstancia, y evitar el uso sin supervisión de redes sociales o dispositivos electrónicos. Estas normas deben explicarse con un lenguaje claro y empático, no simplemente imponerse, para asegurar que el niño las comprenda y se comprometa con ellas.
Desde el plano emocional, es importante conversar con el niño sobre sus miedos o inseguridades, explicarle que sentirse nervioso es completamente normal y que quedarse solo es una muestra de confianza, no de abandono. Como indicó Alberto Alegre, este tipo de diálogo fortalece su autoestima y les transmite seguridad a través de mensajes positivos.
Además, los psicólogos coincidieron en que realizar simulaciones o juegos de rol es una herramienta muy valiosa. Estas prácticas permiten ensayar situaciones como qué hacer si alguien toca la puerta, si hay un corte de luz, si se siente mal o si se rompe algo. Más allá de preparar reacciones prácticas, estas dinámicas refuerzan la toma de decisiones bajo presión y fomentan el pensamiento anticipatorio.

“En cuanto a los recursos básicos que debe tener a su alcance, es imprescindible dejarle un teléfono cargado con los números de contacto visibles (padres, vecinos de confianza y servicios de emergencia), una linterna en caso de corte eléctrico, un botiquín básico y, si corresponde, instrucciones claras sobre el uso de algún medicamento. Todo esto debe explicarse previamente con demostraciones prácticas, de modo que el niño sepa exactamente cómo y cuándo usar cada recurso”, agregó Alegre.
Igualmente, es importante que el niño comprenda que esta experiencia no implica libertad absoluta, sino una oportunidad para demostrar responsabilidad. Como recomendó Soza Herrera, puede decirse algo como: “Te dejamos solo porque confiamos en ti y sabemos que puedes cuidarte. Eso no significa que puedas hacer cualquier cosa, sino que estás preparado para seguir lo que ya sabes hacer bien.” Este enfoque no solo ayuda al niño a sentirse valorado y capaz, sino que también lo impulsa a desarrollar un sentido de autocuidado y responsabilidad personal que le servirá más allá de este contexto puntual.
¿Qué errores suelen cometer los padres al dejar solos a sus hijos por primera vez?
Entre los errores más comunes se encuentran:
- Asumir que el niño está listo solo por su edad, sin evaluar su nivel real de madurez.
- No prepararlo de manera gradual antes de dejarlo solo.
- No establecer reglas claras ni explicar qué hacer ante determinadas situaciones.
- Transmitir ansiedad o miedo, lo que genera inseguridad en el niño.
- Dejarlo solo por demasiado tiempo en la primera experiencia.
- No estar disponibles para responder llamadas o mensajes del niño.
- Improvisar o dejarlo solo por necesidad, en lugar de planificar el momento.
“Una experiencia negativa vivida demasiado pronto puede dejar huellas profundas en un niño. Puede generar ansiedad, miedo a quedarse solo, sensación de abandono, pérdida de confianza en sí mismo y en sus cuidadores, o una sobrecarga emocional difícil de manejar. Si el evento lo sobrepasa y no se procesa adecuadamente, podría convertirse en una experiencia traumática menor pero significativa, afectando su seguridad y generando temores generalizados hacia otros espacios como la escuela, la noche o momentos de soledad. Por eso, es fundamental no precipitar esta etapa: es preferible esperar a que el niño esté realmente preparado y, si ocurre algo negativo, acompañarlo con contención emocional, diálogo y sin forzarlo a repetir la experiencia de inmediato”, advirtió el docente de Continental Florida University.
¿Cuáles serían los beneficios de esta experiencia?
Según Alberto Alegre, cuando la independencia se introduce de forma planificada y respetando el ritmo del niño, puede tener efectos muy positivos en su desarrollo. Al aprender a manejar la independencia con éxito, el niño no solo fortalece su sentido de responsabilidad y mejora su capacidad de resolver problemas, sino que también desarrolla confianza en sí mismo y madura emocionalmente. Esta experiencia le permite reconocerse como capaz, no por lo que dicen los adultos, sino porque lo vive en carne propia, lo que refuerza su autoconfianza, su pensamiento crítico y su sensación de logro.
“Tan importante como fomentar la independencia es acompañar al niño después de cada experiencia. El momento posterior es clave para consolidar lo aprendido, reforzar su autoestima y ayudarlo a integrar lo vivido. Generar un espacio de diálogo tranquilo y sin juicios le permite expresar cómo se sintió, identificar lo que logró y aquello que le resultó desafiante. A través de preguntas abiertas como “¿Qué te hizo sentir bien?” o “¿Qué harías distinto la próxima vez?”, los padres no solo comprenden mejor el proceso, sino que también validan las emociones del niño. Al reconocer sus logros, incluso los pequeños, y ofrecer guía en lugar de reproches, se fortalece su sentido de competencia y se cultiva una actitud positiva hacia nuevas experiencias autónomas”, concluyó Soza.