Santiago Pedraglio
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La semana pasada, falleció José Mujica, expresidente de Uruguay (2010-2015). Partió siendo un referente mundial: dirigente sencillo, político respetuoso de los compromisos democráticos y republicanos. Su vida –lo decía él mismo– siempre estuvo al servicio de una “causa”, incluida alguna equivocada: su participación en la guerrilla urbana en la década de 1970, razón por la que pasó 15 años en la cárcel, 11 de ellos en condiciones muy duras.

Para tener una visión amplia, en casos como el de Mujica, militante del izquierdista Frente Amplio, es valioso escuchar a sus adversarios políticos directos, como el expresidente Julio Sanguinetti, del Partido Colorado, de centro, fundado en 1836. Sanguinetti fue el primer presidente (1985-1990) luego de 12 años de dictadura militar y repitió en 1995-2000. En entrevista de hace unos días para Canal 5 de Uruguay, Sanguinetti dejó claro cómo, a pesar de sus diferencias con Mujica –de quien recordó sus orígenes en el Partido Nacional o Blanco, de centroderecha, también fundado en 1836– y de representar espacios políticos opuestos, habían construido una poderosa amistad y un respeto político a toda prueba.

Sanguinetti y Mujica pertenecen a la misma generación; ambos nacieron en 1936. Tras su extensa trayectoria política, en octubre del 2020 acordaron retirarse juntos del Senado, cuando llegó el COVID-19. Luego del abrazo entre ellos, vino el aplauso de todos los senadores. En su discurso de ese día, Mujica hizo un balance indirecto de su vida política: “Yo tengo mi buena cantidad de defectos, soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando. [...] Una cosa es la pasión y otra cosa es el cultivo del odio”.

Precisamente en una de sus últimas apariciones públicas, el 27 de marzo, Mujica asistió al local del Partido Colorado en Montevideo. Era la celebración de los 40 años de retorno a la democracia (1985-2025). A la ceremonia –emocionante y de compromiso democrático, según subrayó Sanguinetti– asistieron el presidente en ejercicio, Yatmandú Orsi –del Frente Amplio–, y todos los expresidentes con vida, a excepción del inmediatamente anterior, Luis Lacalle Pou, del Partido Blanco, por estar fuera del país.

El Uruguay democrático es un ejemplo latinoamericano para la región y el mundo. Esto viene de atrás, pero es también gracias a su historia reciente, parte de la cual son sus dirigentes políticos, capaces de escucharse y actuar con apertura y responsabilidad.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Santiago Pedraglio es sociólogo

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