Editorial El Comercio

Pese a los esfuerzos de sus directivos por edulcorarla, la situación de no mejora. Después de años de descalabro en las finanzas de la petrolera que llevaron al Estado a prestarle apoyo por un valor total de más de S/20.000 millones, el primer trimestre del 2025 terminó con pérdidas para la empresa por US$111 millones. Su presidente, Alejandro Narváez, ha tratado de achacarle la responsabilidad de estos resultados a la decisión del Gobierno Estadounidense de iniciar una guerra arancelaria que afectó el precio internacional del petróleo, pero algunos expertos han puesto en duda esta explicación.

El exgerente de Finanzas de la compañía estatal Fernando de la Torre le dijo a este Diario, por ejemplo, que, si bien los menores precios del crudo golpean a los productores, estos también benefician a los refinadores, como Petro-Perú. Por lo que las explicaciones de Narváez generan, cuando menos, suspicacias.

Como también las generan su afirmación de que no solicitará otro rescate al Estado Peruano, una posibilidad que, dicho sea de paso, el ministro de Economía, José Salardi, ha negado enfáticamente, pero que los nuevos números han vuelto a poner sobre la mesa de las probabilidades. Como es lógico, con las cifras en rojo del primer trimestre, Petro-Perú no podrá cumplir con sus obligaciones financieras, lo que lleva a presumir que, por más que lo nieguen ahora, tarde o temprano terminarán solicitando otro salvavidas al erario nacional.

Y es que ese es, precisamente, el otro problema que tiene la petrolera (además del financiero): la transparencia. De un tiempo a esta parte, Petro-Perú se ha convertido en una institución cuyos mensajes generan poca –por no decir nula– confianza entre la ciudadanía. Recordemos, por ejemplo, lo ocurrido con la moderna unidad de ‘flexicoking’ de la Refinería de Talara –que costó cerca de US$1.000 millones–, que Petro-Perú reconoció que se encontraba paralizada hace unos meses, solo después de que este Diario lo denunciara. Peor aún, la petrolera trató de justificar esta situación en supuestas estrategias comerciales, cuando la verdad es que se encontraba inoperativa por problemas técnicos. Nuestro columnista Ricardo Uceda contó el pasado domingo en este Diario que, de hecho, la situación real del sistema de ‘flexicoking’ “sigue siendo un misterio” al día de hoy y que incluso entre los propios trabajadores de la entidad existe una demanda por mayor transparencia.

Los directivos de Petro-Perú deben ser completamente honestos sobre la situación de la compañía. Sin eufemismos y sin medias verdades. Es lo mínimo que se merecen no solo sus trabajadores, sino los ciudadanos, quienes con sus impuestos son los responsables de que una empresa incapaz e insolvente no haya naufragado hace tiempo.

Editorial de El Comercio

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