“La imagen del hombre más rico del mundo matando a los niños más pobres del mundo no es bonita”, declaró recientemente Bill Gates al “Financial Times”. El fundador de Microsoft, hoy filántropo abocado a la salud global, apuntaba directamente a Elon Musk y al profundo daño que, a su juicio, está causando el magnate en los esfuerzos por erradicar enfermedades infantiles como la poliomielitis. Sus palabras deben leerse como un llamado de atención sobre una tendencia más amplia y peligrosa: la creciente influencia de figuras poderosas como Donald Trump, Elon Musk y Robert F. Kennedy Jr., que están socavando, desde distintas plataformas, la legitimidad de la salud pública como bien común y base de la cooperación global.

Gates no habló en abstracto. Su preocupación está arraigada en años de trabajo a través de la Fundación Gates, que ha invertido miles de millones de dólares en programas de vacunación infantil en países de bajos ingresos. Programas que han contribuido, junto con la Organización Mundial de la Salud y otras agencias multilaterales, a reducir significativamente enfermedades infecciosas prevenibles. Pero estas campañas necesitan más que dinero: necesitan confianza. Y es precisamente esa confianza la que Musk ha estado minando al permitir, y en ocasiones amplificar, la difusión de desinformación antivacunas y teorías conspirativas en X, la red social que adquirió y transformó en una plataforma sin filtros bajo la bandera de la libertad de expresión.

Ese poder simbólico de Musk se ha transformado ahora en poder institucional como director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés). Creado por Trump para “reducir el gasto público y modernizar el aparato estatal”, le está permitiendo desmontan políticas claves en salud, educación y ciencia bajo una lógica tecnocrática y de desconfianza hacia el Estado. Desde DOGE, Musk no solo tiene voz en decisiones presupuestarias sensibles, sino también en la evaluación de programas federales, incluyendo aquellos que sostienen las agencias de salud pública y cooperación internacional. Hace rato que este personaje dejó de ser un empresario con opiniones controvertidas.

Cuando se diseminan, sin control ni verificación, ideas que siembran dudas sobre la eficacia de las vacunas, se afecta mucho más que el debate en redes: se alimentan miedos, se paralizan campañas de salud y se expone a millones de niños a enfermedades mortales. En países donde la logística de vacunación ya es desafiante, este escepticismo puede ser letal. Gates lo sabe, y de allí la crudeza de su declaración, porque no hay forma benigna de desmantelar los pilares de la salud pública sin causar víctimas. Y esas víctimas, como siempre, son los más vulnerables.

El hoy presidente estadounidense no solo minimizó la amenaza del COVID-19, sino que erosionó sistemáticamente la credibilidad de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y de los expertos en salud pública. Kennedy, por su parte, una de las voces más prominentes del movimiento antivacunas, y hoy secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, representa una amenaza institucionalizada contra décadas de consenso científico.

El panorama se agrava aún más con la disolución de Usaid, uno de los principales brazos ejecutores de cooperación internacional en salud, nutrición, vacunación y respuesta a emergencias sanitarias. Usaid ha sido, por décadas, un actor clave en la erradicación de enfermedades como la malaria o el VIH, y en la asistencia humanitaria ante crisis sanitarias. Su desaparición confirma que Estados Unidos abandona su rol histórico como garante del derecho a la salud en los rincones más precarios del planeta.

Hoy estamos frente a una encrucijada: tenemos avances extraordinarios en ciencia y tecnología capaces de erradicar enfermedades que durante siglos diezmaron poblaciones enteras, mientras crece esta ola de desinformación, aislamiento y politización de la ciencia que amenaza con revertir esos logros. Gates ha elegido denunciarlo. Lo que está en juego no es un simple desacuerdo entre multimillonarios. Es la vida, literalmente, de millones de personas cuya única protección es la inmunidad colectiva que estos discursos están destruyendo.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Janice Seinfeld es fundadora y presidenta del Directorio de Videnza Consultores

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