Vania Accinelli en una escena de "Mi madre se comió mi corazón".
Vania Accinelli en una escena de "Mi madre se comió mi corazón".
/ La Plaza

Es una historia sobre salud mental, pero también sobre relaciones familiares tóxicas. En el escenario, una adulta joven que habla de su presente y su pasado, sobre la relación con su madre, una mujer difícil, y cómo interpreta este vínculo con el pasar de los años. El teatro tiene lo mínimo indispensable: una silla y una tela. El núcleo dramático yace únicamente en la protagonista, quien despliega todas sus herramientas para mantener la atención del espectador.

Se trata de “Mi madre se comió mi corazón” (La Plaza), escrita y dirigida por K’intu Galiano, ganador del Premio Luces a Mejor dramaturgia peruana por “Hamlet está muerto”. La obra está protagonizada por Vania Accinelli; ambos son pareja y padres de una niña. El dramaturgo cuenta que en principio no había pensado en Vania como protagonista de la obra; había escrito parte del texto y, tras retomarlo, sí la consideró no solo como actriz, sino a modo de compañera íntima en el proceso creativo.

“Una mujer señalada como bipolar se atreve a desafiar los paradigmas sobre los que ha construido su identidad y se confronta con ideas nuevas y retadoras sobre su salud mental y la compleja relación con su madre. Recorriendo los pasadizos de su propia mente, nos invita a acompañarla para deshilvanar su historia”, indica la descripción de la obra. Es una puesta en escena que por momentos parece dialogar con “La persona deprimida”, que acaba de terminar su temporada en La Plaza y que también fue un unipersonal sobre las dificultades mentales del ser humano.

“Creo que hay algunos puntos en común entre el personaje y yo”, contó Accinelli en entrevista con El Comercio. La actriz tiene que interpretar varios roles en la obra; a veces es la hija, a veces es la madre e incluso la nieta o una tía. En ella cohabitan multitudes. “Está la madre real del personaje, fuera de ella están su hija y su nieta. Pero también está lo que hay en todos nosotros: está la madre que habita en mi mente, lo mismo con la hija. El personaje tiene también estos roles dentro de su propia cabeza”, cuenta para explicar la multiplicidad de su trabajo.

La obra se mueve en varios niveles de entendimiento. Por un lado está lo que la actriz cuenta con las distintas voces que la habitan; dentro del discurso hay digresiones lingüísticas y, a veces, referencias a la historia del teatro peruano, como una oportuna mención a Sofía Rocha y su protagónico en “Medea”.

“Esto no suele ocurrirme como una decisión conceptual. Es algo que va surgiendo muy orgánicamente”, justificó Galiano. “Creo que tiene que ver con aspectos de la condición humana que me interesan. Soy muy amante del teatro, valoro sus bondades como manifestación artística que nos permite conocernos a profundidad y salir de la vertiginosidad de la vida práctica”.

Por otro lado, es una obra que desmitifica el estigma en torno a la salud mental. “[Quería] entrar a las profundidades de una persona que es bastante más que eso [sus diagnósticos] y poder conocer aspectos luminosos, brillantes e interesantes de ese universo. Una de las cosas que más me conmueve de ver a este personaje en escena, además de ver su lucha concreta por alcanzar una mejor salud, es saborear los brillos de otros aspectos de su vida”, dijo.

Así, la obra navega entre la penumbra y la luz. No es aleccionadora, pero sí esclarece y muestra que entre los momentos más difíciles también hay posibilidades de cambio. Porque eso también es el teatro.

DATO

Desde el 29 de abril en el teatro La Plaza de Larcomar (Miraflores, Lima).

Entradas a la venta en Joinnus.com.

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