
Con la llegada de un bebé al mundo, también nace una profunda necesidad de contacto, calor y cercanía. No basta con alimentarlo o protegerlo del frío; el recién nacido también necesita sentirse amado, escuchado y contenido. Los primeros minutos, días y semanas tras el nacimiento son fundamentales para establecer un lazo afectivo seguro entre padres e hijos, una conexión emocional que tendrá impacto en su salud física y emocional a lo largo de la vida.
En este contexto, el método canguro ha cobrado especial relevancia como una alternativa humanizada al cuidado neonatal tradicional. Pero, ¿esto significa que uno de los métodos es mejor que el otro? No necesariamente. Más que elegir entre uno u otro, se trata de comprender cómo cada enfoque puede contribuir —de forma individual o combinada— al bienestar integral del bebé y su entorno.
¿En qué consiste el método canguro y el método tradicional de cuna?
Según explicó la doctora Lisa Diard, pediatra de Cleveland Clinic a Hogar y Familia, el método canguro es una estrategia de cuidado centrada en el contacto piel con piel entre el recién nacido y su cuidador, que generalmente es la madre. El bebé, solo con pañal, se coloca en posición vertical sobre le pecho desnudo del adulto, recibiendo calor corporal y estímulo emocional continuo.
Básicamente, esta técnica surgió en Colombia en los años 70 como una alternativa ante la falta de incubadoras, y desde entonces, ha demostrado múltiples beneficios: estabiliza la temperatura, regula la frecuencia cardíaca y respiratoria, y fortalece el vínculo afectivo. Además, como señaló Violeta Zegarra, docente de la carrera de obstetricia de la Universidad Científica del Sur, fomenta la lactancia materna exclusiva y el alta hospitalaria precoz con seguimiento ambulatorio.
En contraste, el método tradicional de cuna consiste en colocar al bebé en una cuna segura, con un colchón firme y sin elementos que representen riesgos. De acuerdo con el neonatólogo Jorge Mucha, de la Clínica Ricardo Palma, el contacto con la madre suele limitarse a los momentos de alimentación o cuidado, lo que implica una separación física durante buena parte del tiempo. Aunque este enfoque facilita ciertos procedimientos médicos en contextos hospitalarios, reduce la oportunidad de apego temprano y estimulación emocional directa.

“La diferencia esencial entre ambos métodos radica en el tipo de interacción. Mientras el método canguro promueve una cercanía constante que potencia la regulación fisiológica y el desarrollo del vínculo afectivo, el método de cuna se enfoca en la seguridad del entorno, pero con menor contacto directo, lo que puede limitar algunos beneficios emocionales y fisiológicos en los primeros días de vida”.
¿Cuáles son los beneficios a corto y largo plazo del método canguro?
Comparado con el cuidado tradicional, el método canguro ofrece beneficios significativos tanto a corto como a largo plazo, sobre todo, en bebés prematuros o de bajo peso. A corto plazo, mejora la oxigenación, estabiliza la temperatura corporal, favorece la lactancia, reduce el llanto y acelera la ganancia de peso, según la doctora Tania Paredes Quiliche, coordinadora de UCI neonatal en la Clínica Anglo Americana. También estabiliza las funciones vitales y disminuye el riesgo de infecciones, facilitando así la recuperación del recién nacido.
Por su parte, la obstetra agregó que, desde el punto de vista neurológico, se observa un mejor desarrollo cerebral, mayor conectividad neuronal y un sueño más profundo. En el ámbito emocional, el contacto piel con piel fortalece el vínculo afectivo entre el bebé y sus padres, y proporciona una mayor sensación de seguridad al recién nacido.
“El contacto piel con piel favorece la liberación de oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, tanto en el bebé como en el cuidador. Esto no solo ayuda a reducir el estrés del recién nacido, sino que también fortalece el vínculo afectivo. Esta interacción repetida es la base del apego seguro, que tiene implicancias duraderas en el desarrollo emocional y la estabilidad del niño durante su crecimiento”, afirmó Marita Ramos, médica ocupacional de MAPFRE.
A largo plazo, los beneficios del método canguro también son notables. Según la doctora Zegarra, estudios como el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el 2023 y el realizado por Nathalie Charpak, Rejean Tessier et al. en Colombia (2017) muestran que los niños que recibieron este tipo de cuidado presentan mayores niveles de autoestima, una mejor regulación emocional y un desarrollo de habilidades sociales e interpersonales más sólido. Asimismo, en esta población se ha evidenciado un mejor desempeño académico y un coeficiente intelectual más alto, lo que subraya su impacto positivo en el desarrollo integral del niño hasta la adultez joven.
¿Qué aspectos deben considerarse al aplicar el método canguro?
Para aplicar correctamente el método canguro, es esencial atender varios aspectos clave que garanticen su efectividad y seguridad. Este método está especialmente indicado para bebés prematuros o con bajo peso al nacer, y resulta muy útil en contextos donde los recursos hospitalarios son limitados. Sin embargo, existen contraindicaciones médicas que deben ser tomadas en cuenta, como la inestabilidad cardiorrespiratoria grave, la necesidad de ventilación mecánica invasiva o la presencia de infecciones críticas, refirió la pediatra de Cleveland Clinic.

Asimismo, la postura del bebé es clave. En concreto, este debe colocarse verticalmente, en contacto piel con piel sobre el pecho desnudo de la madre, del padre o del cuidador, con la cabeza girada hacia un lado para mantener despejadas las vías respiratorias, y con las piernas y brazos en posición de rana. Como mencionó el neonatólogo Jorge Mucha, lo ideal es mantener al bebé en esta posición la mayor parte del día, retirándolo solo para alimentarlo o cambiarlo.
“Es importante tener en cuenta que el método canguro no excluye el uso de incubadoras o cunas tradicionales, sino que ambos enfoques pueden complementarse. Por ejemplo, cuando el bebé necesita cuidados intensivos o monitorización estricta, puede permanecer en una incubadora y, una vez estabilizado, pasar al contacto piel con piel. Del mismo modo, en el hogar, el método canguro puede alternarse con el uso de la cuna, según las necesidades del bebé y las recomendaciones médicas”, sostuvo el experto.
También se recomienda el uso de portabebés ergonómicos, como fulares o mantas andinas, que aseguren al bebé de forma adecuada y permitan libertad de movimiento al cuidador. Como enfatizó la doctora Diard, la comodidad y la seguridad deben ser siempre prioritarias, adaptando la práctica a la condición clínica del bebé y bajo supervisión médica.
Igualmente, es crucial que los padres y cuidadores estén atentos a ciertas señales de alerta, como apnea, cianosis, cambios bruscos en la frecuencia cardíaca o respiratoria, irritabilidad intensa o letargo y llanto inconsolable. Ante la presencia de cualquiera de estos síntomas, se debe suspender el método y consultar al equipo médico, advirtió la especialista de la Universidad Científica del Sur.
¿Cómo fomentar el vínculo afectivo si se utiliza exclusivamente el método de cuna?
Incluso si se opta por el uso exclusivo de la cuna, es posible fortalecer el vínculo afectivo mediante prácticas cotidianas. Según la pediatra, acciones como acariciar al bebé, hablarle suavemente, mirarlo con atención y sostenerlo en brazos cuando sea posible contribuyen a generar un lazo afectivo sólido.

“Es esencial evitar errores comunes que pueden dificultar el desarrollo emocional, como dejar al bebé largos períodos sin interacción, utilizar dispositivos electrónicos como sustitutos del contacto humano o minimizar la importancia de la comunicación verbal y visual. El vínculo afectivo no depende únicamente del lugar donde el bebé duerme, sino del tipo de interacción que se cultiva en los momentos de cuidado y presencia”, resaltó Zegarra.
¿Cuándo está un bebé listo para pasar del cuidado tipo canguro a uno más independiente en cuna?
La transición debe ser de forma gradual y siempre bajo supervisión médica. Básicamente, un bebé está listo para iniciar este proceso cuando alcanza una estabilidad fisiológica adecuada. Esto incluye mantener la temperatura corporal sin ayuda externa, respirar con regularidad y sin apneas frecuentes, tener un patrón de alimentación estable y mostrar una ganancia de peso progresiva.
Tal como señaló Zegarra, también se considera fundamental que el bebé presente una succión eficaz y un estado clínico general favorable. En este sentido, se recomienda reducir paulatinamente el tiempo de cuidado canguro, reservándolo para momentos puntuales como después del baño o cuando el bebé necesite consuelo.
Por su parte, Tania Paredes sugirió que una opción para esta transición es mantener el método canguro durante el día y usar la cuna durante la noche, adaptándose a las necesidades del bebé y de la familia. Sin embargo, no hay un momento exacto para este cambio, ya que cada bebé tiene su propio ritmo. Por eso, la observación continua y el acompañamiento del equipo de salud, especialmente del neonatólogo, son esenciales para asegurar una transición segura y respetuosa.
Sin embargo, más allá del momento en que un bebé está listo para pasar del cuidado tipo canguro a la cuna, lo verdaderamente esencial es que el contacto físico con sus padres se mantenga como una prioridad constante. Como recalcó el doctor Jorge Mucha, el vínculo afectivo no depende únicamente del método que se utilice, sino de la calidad de la interacción.
“Es fundamental que el contacto piel con piel se inicie lo más precozmente posible, idealmente desde el nacimiento, y que continúe en casa una vez que el bebé haya salido del hospital. No se trata solo de sostener al bebé o alimentarlo, sino de estar realmente presente: mirarlo, hablarle, tocarlo y responder a sus señales. Estas acciones simples, pero profundas fortalecen el vínculo emocional, estimulan su desarrollo integral y le dan al bebé la seguridad que necesita para crecer sano y equilibrado. En definitiva, el mejor cuidado será siempre aquel que combine atención médica con amor, cercanía y presencia consciente”, concluyó el pediatra.