
El nacimiento de un hijo es, sin duda, una experiencia profundamente personal, cargada de expectativas, emociones y también de incertidumbre. Como en cualquier gran acontecimiento, muchas futuras madres desean que todo salga bien, además de sentirse seguras, escuchadas y acompañadas durante estos nueve meses. Por eso, cada vez más gestantes se abocan a la organización y preparación de este momento, buscando vivirlo de forma respetuosa y consciente. En medio de esa necesidad de claridad y contención, el plan de parto surge como una herramienta clave para expresar deseos, establecer límites y participar activamente en las decisiones que rodean ese instante tan íntimo.
Hoy, las redes sociales están repletas de partos idílicos: luces tenues, música relajante, lágrimas de emoción y bebés que llegan al mundo con total armonía. Ese “parto perfecto” —tan repetido en reels y publicaciones virales— ha comenzado a moldear las expectativas de muchas mujeres embarazadas. Pero, ¿qué pasa cuando la realidad no se ajusta al guion?
“Muchas mujeres llegan a consulta influenciadas por historias idealizadas en redes sociales. Esto puede generar frustración y ansiedad si su experiencia no coincide con lo que vieron. Por ello, es importante recordar que no existe un parto perfecto, sino un parto informado, respetado y seguro. Cada nacimiento es único y maravilloso”, señaló Jorge Escudero, médico ginecólogo obstetra de Clínica Internacional a Hogar y Familia.
¿Qué es un plan de parto?
Un plan de parto es un documento que recoge los deseos, preferencias y expectativas de una persona embarazada sobre cómo quiere que se desarrolle su trabajo de parto y nacimiento. Como explicó Claire Hamp, enfermera partera certificada de Cleveland Clinic, este plan funciona como una guía que permite al equipo médico comprender con claridad lo que la futura madre considera importante para sentirse cómoda y segura durante el proceso.
Idealmente, debe incluir aspectos como el entorno deseado para el parto (por ejemplo, iluminación tenue o música), las posiciones preferidas para pujar, el manejo del dolor (con o sin medicamentos), el uso de intervenciones como episiotomía, el tipo de parto (vaginal o cesárea planificada), la presencia de una persona de apoyo y las decisiones sobre el contacto inmediato piel con piel, lactancia temprana y el corte del cordón umbilical.

“Su objetivo es garantizar que la gestante participe de forma activa, informada y voluntaria en las decisiones sobre su parto. Esto es fundamental para promover una atención respetuosa, segura y centrada en sus derechos y necesidades. Según el Ministerio de Salud (MINSA), esto implica fomentar el consentimiento informado, asegurar el respeto a la autonomía de la mujer, prevenir intervenciones innecesarias y favorecer un parto humanizado, caracterizado por un menor nivel de estrés y una mayor satisfacción materna”, destacó Rosario Calle, docente de la carrera de Obstetricia de la Universidad Científica del Sur.
¿Cuáles son beneficios de tener un plan de parto?
Elaborar un plan de parto ofrece numerosos beneficios, tanto para la gestante como para su entorno familiar y el equipo médico. En primer lugar, permite que la futura madre asuma un rol activo en la toma de decisiones sobre cómo desea vivir su parto, lo que contribuye significativamente a su empoderamiento. Como mencionó Vanessa Ruiz, ginecóloga y coordinadora del servicio de ginecología y obstetricia de la Clínica Ricardo, al tener un plan de parto, la mujer siente que tiene el poder de decidir sobre su experiencia, lo que la convierte en una protagonista activa del proceso y le permite comunicar sus miedos, dudas y expectativas al ginecólogo. Esta apertura en la comunicación no solo contribuye a reducir la ansiedad y la incertidumbre, sino que también contribuye a una experiencia de parto más positiva.
Hamp reforzó esta idea al señalar que uno de los principales beneficios es la sensación de control y preparación que brinda. Además, este instrumento fortalece la comunicación con el personal médico, facilitando decisiones ágiles en momentos críticos y asegurando que las necesidades emocionales y culturales de la paciente sean tenidas en cuenta, lo cual promueve una atención más respetuosa y personalizada.
También permite que los familiares —especialmente la pareja—se involucren activamente en este proceso. “La persona de apoyo puede comunicar las preferencias de la mujer al equipo médico, así como también puede asistirla físicamente durante el parto, ayudándola a cambiar de posición, proporcionándole masajes o simplemente estando presente para brindarle consuelo y compañía”, sostuvo Marita Ramos, médico ocupacional de MAPFRE.
¿Por qué es importante que el plan de parto sea flexible?
Aunque el plan de parto es una herramienta valiosa, debe ser flexible. Según la partera, el parto es un proceso impredecible, por lo que pueden surgir situaciones médicas que requieran intervenciones no contempladas inicialmente, como una cesárea o el uso de medicamentos. En estos casos, aferrarse a un plan rígido puede generar frustración o una sensación de fracaso innecesaria.
“La flexibilidad permite a la mujer mantener una participación activa en la toma de decisiones, incluso cuando las circunstancias cambian. Comprender que adaptarse no significa perder el control, sino priorizar el bienestar de la madre y el bebé, es clave para un enfoque emocionalmente saludable”.

Además, un error común es asumir que el plan de parto es un contrato inamovible o enfocarse únicamente en aspectos secundarios como la música o la iluminación, dejando de lado decisiones médicas relevantes. Para que sea útil, Claire Hamp recalcó que debe ser claro, breve, revisado con el equipo médico y abierto a modificaciones según las necesidades del momento.
¿Qué decisiones se pueden tomar por adelantado y cómo saber si son viables?
Se pueden definir anticipadamente decisiones como: el deseo de un parto vaginal o una cesárea planificada, el uso de anestesia epidural o métodos naturales para el manejo del dolor, la preferencia por evitar ciertas intervenciones y el uso de técnicas de relajación. Sin embargo, su viabilidad dependerá del desarrollo del trabajo de parto. Por eso, es clave hablar con el obstetra antes del nacimiento, considerando tanto los deseos personales como los posibles riesgos médicos.
“Por ejemplo, la inducción puede ser necesaria si el embarazo se prolonga más allá de las 41 semanas, o si existen riesgos para la madre o el bebé. La episiotomía, en cambio, ya no se practica de forma rutinaria y solo se realiza cuando es médicamente necesaria. Lo ideal es que cada mujer conozca los beneficios, riesgos y alternativas de cada procedimiento, para que pueda incluir en su plan de parto lo que acepta o prefiere evitar, entendiendo que las circunstancias pueden cambiar”, expresó la experta de Cleveland Clinic.
¿Se puede elegir la fecha de parto?
Aunque la tecnología permite estimar una fecha de parto, esta sigue siendo solo eso: una estimación. Como afirmó Hamp, solo un pequeño porcentaje de bebés nace exactamente en su fecha prevista. El parto es un proceso fisiológico que puede iniciarse espontáneamente unas semanas antes o después, influido por factores como el desarrollo fetal, la salud materna, embarazos múltiples o condiciones clínicas.
En ciertos casos, sí se puede programar la fecha de parto, como cuando es una cesárea planificada o por indicaciones médicas específicas. Sin embargo, como indicó Jorge Escudero, si el embarazo transcurre sin complicaciones, lo ideal es esperar el inicio natural del parto.
Asimismo, existen condiciones clínicas que sí justifican adelantar o inducir el parto, como en casos de ruptura prematura de membranas, restricción del crecimiento fetal, diabetes gestacional no controlada, preeclampsia o embarazos prolongados más allá de las 41 o 42 semanas. No obstante, inducir sin necesidad médica, puede acarrear riesgos importantes, como aumento en las probabilidades de cesárea, partos más prolongados o problemas respiratorios en el recién nacido.

“Además de los criterios médicos, algunas mujeres consideran factores personales y logísticos, como el apoyo familiar disponible o compromisos laborales. Aunque estos motivos pueden ser válidos, no deben pesar más que la evaluación integral que contemple el contexto físico, emocional y clínico de la gestante al momento de tomar decisiones”, advirtió la doctora Calle.
¿Qué herramientas ayudan a crear un plan de parto realista?
Crear un plan de parto realista implica acceder a información confiable, prepararse con anticipación y mantener una actitud flexible. Como precisó la obstetra de la Universidad Científica del Sur, este no debe entenderse como un plan rígido, sino como una guía que refleja los deseos de la gestante, pero que puede adaptarse al desarrollo dinámico del nacimiento. “La clave está en combinar el deseo de protagonismo con la capacidad de tomar decisiones informadas y ajustarse a posibles cambios sin perder el respeto al plan inicial”.
Una de las herramientas más valiosas es la educación basada en evidencia. Según Vanessa Ruiz, es importante informarse desde el inicio del embarazo y ser crítica con las fuentes. En este sentido, los cursos de psicoprofilaxis también son de gran ayuda, ya que no solo brindan información sobre el parto, el postparto y la lactancia, sino que en muchos casos ofrecen modelos de plan de parto que las gestantes pueden ir completando con orientación profesional.
Por su parte, la doctora Melissa Montesinos, sub gerente de Salud y Bienestar de Pacífico Salud, recomendó apoyarse en guías de planificación de hospitales, consultar con obstetras o parteras sobre las opciones disponibles y utilizar la educación prenatal como herramienta central. Además, la participación en grupos de apoyo entre madres puede motivar la reflexión sobre las propias expectativas y abrir el diálogo con los equipos médicos.
Finalmente, Claire Hamp subrayó la importancia de anticiparse a los distintos escenarios, discutir el plan con el equipo de salud semanas antes del parto, dejarlo por escrito y asegurarse de que la persona de apoyo lo conozca.
“Es importante recordar que, en caso de emergencia, el respeto al plan no desaparece, pero se adapta a la situación clínica. Por ello, cultivar una actitud flexible es parte del empoderamiento de la madre y facilita que el equipo médico considere el plan incluso bajo presión”, concluyó.