Existe una estrecha relación entre factores genéticos y ambientales, entre la tendencia heredada a ciertos comportamientos y el papel determinante de las experiencias de vida para que esa tendencia se traduzca en hechos.
Existe una estrecha relación entre factores genéticos y ambientales, entre la tendencia heredada a ciertos comportamientos y el papel determinante de las experiencias de vida para que esa tendencia se traduzca en hechos.
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Muchos padres quisieran tener el don de ver el futuro en sus hijos. Y si ese futuro es negativo, mejor aún, para prevenirlo. Por eso me alegra poder decirles que sí hay indicadores de conducta que pueden ayudarnos a predecir un comportamiento inadecuado a futuro.

Hay que tener mucho cuidado cuando observamos a un niño que agrede a los animales, golpea a sus compañeros de clase, siempre está buscando quebrar las reglas de convivencia y, en algunos casos, manifiesta lenguaje coprolálico, se sale del salón sin autorización del profesor, lleva cosas que no son suyas a casa, entre otros comportamientos.

MIRA: ¿A qué edad es seguro dejar a un niño solo en casa? Esto opinan los psicólogos

Desde ya, estas conductas nos hablan de muchas hipótesis que podrían estar ocurriendo en casa: falta de habilidades blandas, entorno familiar violento, aprendizaje vicario.

Podemos afirmar que la conducta agresiva se obtiene y se conserva como cualquier tipo de enseñanza social por imitación. Estas conductas se convierten en hábitos, dependiendo del beneficio que puedan ofrecerle a quien las realiza.

Y esos hábitos se forman a temprana edad, cuando creemos que son actos pasajeros o “cosas de niños”. Lo peor es llegar a normalizarlos.

Estas conductas negativas luego se trasladan al entorno en el que vive el adolescente. Existe una estrecha relación entre factores genéticos y ambientales, entre la tendencia heredada a ciertos comportamientos y el papel determinante de las experiencias de vida para que esa tendencia se traduzca en hechos.

El medio familiar donde el niño nace, las oportunidades educativas que tiene, el tipo de valores que su grupo social le transmite… todos estos son factores determinantes para que se convierta o no en un individuo agresivo.

También vale aclarar que hay personas que presentan conductas psicopáticas que, al no ser detectadas en la etapa escolar (¿recuerdan lo que dije líneas arriba?), terminan desarrollando una personalidad marcada por la falta de remordimiento y vergüenza, conductas antisociales sin justificación aparente, juicio deficiente, dificultad para aprender de la experiencia, egocentrismo patológico y carencia de empatía.

Y todo eso ocurre, en parte, porque no existe una política de salud mental estatal que prevenga y atienda estas conductas. ¿Ahora se entiende la importancia de los psicólogos en los colegios y en la comunidad?

¿Podemos prevenir estos actos o tratar a las personas violentas?

Sí. El hogar es la primera línea de prevención. Cuando los padres detectan estas señales, deben aplicar medidas correctivas (que no implican violencia), sino el refuerzo de conductas positivas, una forma de enseñar conductas alternativas a las que el niño o joven ya ha desarrollado.

Establecer límites permite trabajar la tolerancia a la frustración. En modelos de crianza muy permisivos, los hijos crecen sin entender que existen reglas y deberes sociales básicos para la convivencia.

¿Qué pueden hacer los colegios?

La comunidad educativa debe aplicar Técnicas de Modificación de Conducta como la economía de fichas y reforzadores positivos. También debe enseñarse en valores sociales, fomentar actividades que estimulen el desarrollo emocional y social del niño, como paseos, dinámicas grupales y actividades lúdicas integradoras.

La salud mental comunitaria debe tener programas para detectar y tratar a tiempo estas conductas. Los municipios pueden implementar programas participativos que ofrezcan a los jóvenes espacios seguros de recreación y actividades que refuercen una personalidad positiva.

Recuperar espacios públicos también es clave. Que los niños tengan acceso a lugares donde puedan practicar deportes, compartir en familia y no estén expuestos a imitar conductas infractoras.

Por último, entender que hay personas con patologías, y que un profesional de la salud mental o los Centros de Salud Comunitaria pueden trabajar con ellos para ofrecerles alternativas: desde estudios hasta oportunidades laborales.

La prevención de la violencia tiene muchos frentes. No esperemos que los jóvenes o adultos normalicen esta conducta como parte de su vida.

De ahí a las drogas o al sicariato, hay solo un paso.

Estoy seguro de que se puede avanzar. Después de todo, son más los buenos. Y tienen en mí a un profesional experto en este tema.

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