Pedro Ortiz Bisso

No, señor, señora, señorita. Ni estar feliz porque lo convierte en Lozanista, ni estar en contra de esa designación lo transforma en un amargado antipatriota. Etiquetar al otro solo porque no piensa igual que uno es una práctica deleznable y ridícula, que hace rato ha convertido a la política nacional en un chiquero y que deberíamos evitar por todos los medios que infeste el terreno futbolístico.

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Ser sede de la final del torneo de clubes más importante del continente es, antes que nada, un honor. Nuestra capital ya lo ha sido cuatro veces: la primera -y la menos recordada- ocurrió el 9 de junio de 1971, cuando Nacional de Montevideo y Estudiantes de la Plata se enfrentaron luego de que cada uno ganara sus partidos en casa. Víctor Espárrago y Luis Artime anotaron el 2-0 definitivo.

Al año siguiente, el Nacional recibió a Universitario e Independiente, partido que culminara 0-0, y 25 años después a Sporting Cristal y Cruzeiro, que empataron con idéntico marcador. La última vez fue el Flamengo-River, jugado en el Monumental crema en el 2019, un partidazo que se definió in extremis la tarde en que Gabigol se metió en la historia grande del ‘Mengao’ y el fútbol sudamericano.

¿Por qué la Conmebol eligió nuevamente Lima? Más allá del jugueteo político -el virrey de la Videna es un servilísimo alfil de Domínguez, el capo del fútbol de esta parte del mundo-, nuestra capital reúne una serie de condiciones que para la dirigencia foránea no pasan desapercibidas: el clima es agradable (no hace demasiado frío ni demasiado calor y nunca llueve); la hotelería es de primer orden y cuenta con escenarios a la altura de la exigencia.

El Monumental, donde todo hace suponer que se jugará, es un estadio imponente y hermoso, solo superado en aforo en Sudamérica por su tocayo de River Plate. Hace seis años, cuando se lo requirió de emergencia ante el estallido social en Chile, dejó una buena impresión a pesar de sus limitaciones.

Además, existe un punto que muchos olvidan: aquella vez la situación institucional de Universitario lindaba con la agonía. Ahora, el club se luce por su orden, cuenta con recursos y ha entendido muy bien cómo ha cambiado el negocio del fútbol. Hoy el hincha asiste a los estadios a disfrutar experiencias. Por eso es que ha desarrollado una serie de actividades paralelas que han atraído un nuevo público a Ate, consiguiendo llevar a un promedio de 41 mil personas por partido el año pasado. Asimismo, en la zona de Occidente Central, posee un espacio que ya utilizó como área de hospitality -un aspecto clave en estos tiempos – en el amistoso jugado contra el Inter Miami.

Sería absurdo olvidar que existen aspectos por mejorar. El más crítico tiene que ver con los accesos, aunque en la ocasión anterior se resolvió habilitando un corredor por donde se desplazaron los buses que trasladaron a los espectadores. Urge renovar los servicios higiénicos, mejorar la zona de estacionamientos, reemplazar algunos asientos y echar una mano de pintura en puntos clave, entre otros arreglos menores.

La inseguridad ciudadana no es un tema menor y requiere de una atención especial. Pero no olvidemos que existen ciudades más peligrosas que la nuestra como Río de Janeiro (según el último Global Index) que no han dejado de ser sede de eventos de enorme trascendencia.

Por una vez, dejemos de pelearnos por tonterías y disfrutemos de tener en casa a nuestra querida Copa Libertadores de América.

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